El pulgón del rosal (Macrosiphon rosae [= Aphis rosae]) tiene una afinidad increíble con los rosales cultivados en cuyos tallos, capullos y hojas tiernas suele proliferar en colonias apretujadas, a pesar de no ser exclusivo de ellos.
Los adultos tienen un cuerpo de unos 3 mm de longitud, hinchado, con individuos verdes y otros castaño rojizo, antenas largas y finas y patas igualmente largas y finas de color negro con tramos claros. Existen individuos alados, con alas translúcidas en posición muy trasera, que propagan la infestación. En el abdomen posee dos sifones dorsales negros, largos e inclinados en paralelo hacia atrás, auténticos cañones que disparan líquido irritante contra el posible depredador incauto. A estos sifones se refiere el nombre de género Macrosiphon. En la punta del abdomen se encuentra un apéndice caudal. Se multiplica rápidamente por partenogénesis.
Las larvas son una versión a escala reducida de los adultos, con cuerpo más aplanado y redondeado, sin alas y con las patas cortas.
El pulgón del rosal es un quebradero de cabeza persistente en los jardines y en los viveros de rosales. Pica y chupa la savia del rosal. Siguiendo a los rosales cultivados, el pulgón del rosal ha conseguido una distribución y presencia muy amplia. Aparte de las mariquitas y las crisopas que se alimentan de este pulgón, solo algunos insecticidas del grupo de los piretroides que sintetizan plantas de la familia compuestas consiguen eliminarlo.
El pulgón del rosal ataca también a los rosales silvestres, a otras rosáceas y a muchas plantas más, aunque seguramente con menor insidia que a los rosales cultivados.
[fotos Jordi Badia]