El pato criollo (Cairina moschata), originario de Centroamérica, se cría en cautividad por su carne o simplemente por el placer de tenerlo como animal de compañía. De un tiempo a esta parte se ven patos criollos viviendo en libertad en humedales naturales y en estanques de parques de Cataluña, en particular en el estanque de La Agulla (Manresa) donde fue tomada la imagen 3ª. Añadimos por tanto el pato criollo en la relación de aves acuáticas presentes en la comarca de Bages, mientras que la comprobación de su cría espontánea en algún humedal de Cataluña parece ser sólo una cuestión de tiempo.
El pato criollo es un animal robusto; los machos alcanzan los 6 kg y las hembras los 3 kg. Los machos -en la imagen- tienen una carúncula o excrecencia carnosa de color rojo vivo, como la cresta de un gallo, alrededor de los ojos y sobre la base del pico que les da una apariencia grotesca. Las hembras tienen sólo una carúncula incipiente. El plumaje puede ser negro con más o menos reflejos metálicos de violeta o verde, blanco o, más frecuentemente, una combinación azarosa de blanco y negro. El pato criollo típicamente criado en la comarca del Penedès es negro. El pato criollo de raza doméstica, C.moschata domestica a la cual pertenecen los ejemplares que se ven asilvestrados en Cataluña, tiene tamaño grande, una carúncula muy desarrollada y su comportamiento es confiado. La raza silvestre original que vive en Centroamérica tiene un tamaño y una carúncula menores y un plumaje negro iridiscente con sólo algunas manchas blancas en las alas.
El pato criollo es omnívoro, come todo aquello que se le presenta, tanto crustáceos, insectos o peces como raíces, tallos y semillas. Esta versatilidad lo convierte en adecuado para la cría en cautividad y adaptable a la vida silvestre. Si las cosas van bien, el pato criollo puede vivir 10 o 15 años. En los humedales, el pato criollo no suele mezclarse con otras especies de pato.
[fotos Jordi Badia]