Los troncos quemados de las encinas, cual esqueletos ennegrecidos bailando una macabra danza de la muerte, es todo lo que queda del encinar denso que cubría la vertiente de los Emprius (Mura) tras el incendio del verano del 2003. Habrá que esperar que, con las lluvias de otoño, la mayoría de encinas y de arbustos rebroten de raíz para restituir el bosque.
[foto Jordi Badia]