Un densísimo pinar de jóvenes pinos carrascos (Pinus halepensis) -en la imagen a los once años de edad- crece a partir de los numerosísimos piñones liberados y germinados tras el gran incendio forestal de 1994 en Cererols (Súria). La densidad en algunas zonas puede ser del orden de decenas de pinos por metro cuadrado; la densidad media obtenida en una extensa parcela de estudio fue de 6 pinos por m2. En estas condiciones, la población desmesurada de pinos carrascos, todos de la misma edad y malviviendo al competir intensamente entre ellos por la luz, constituye una masa monoespecífica, simple y compacta como un cultivo, intransitable, vulnerable a nuevos incendios forestales y en donde deberán pasar décadas antes que alguno de estos pinos consiga destacar sobre los competidores.
Visto por fuera, este joven pinar es una alfombra continua de pinos (foto 2ª); visto por dentro, es una jungla infranqueable erizada de pinos (foto 1ª). Para obtener árboles con troncos gruesos madereros y para abrir la entrada a otras plantas que inicien la sucesión hacia el bosque planifolio, es necesaria una drástica entresaca.
En verano del 2005, nuevos incendios forestales han afectado pinares ya adultos de pino carrasco o mixtos de pino carrasco y negral en la comarca de Bages. Mientras que en la zona calcinada en Talamanca se contabilizan numerosos plantones de pino carrasco germinados en otoño, que a pesar de ser minúsculos pronostican un denso pinar intransitable en unos años, como el de las fotos, en áreas afectadas por el incendio de Balsareny, también del 2005, extrañamente no se ve en invierno la proliferación de plantones de nuevos pinos carrascos.
[fotos Jordi Badia]