Algunos hongos, los denominados antracófilos, crecen específicamente en suelos incendiados y restos de hogueras. Uno de éstos es Anthracobia melaloma, un ascomiceto que forma numerosos cuerpos fructíferos pequeños y agrupados, en forma de lentejas de unos 2 mm de diámetro, de color anaranjado muy vivo. El entorno a los tocones quemados, en especial de encina, y los hoyos dónde se acumula la ceniza suelen quedar pintados de naranja por la proliferación de este ascomiceto, siendo el primero color vivo que ilumina el paisaje en blanco y negro tras el fuego. La existencia de los hongos antracófilos demuestra que el fuego es un factor ecológico antiguo y recurrente.
[foto Jordi Badia]