El coris, hierba pincel o tomillo macho (Coris monspeliensis) es una mata pequeña que no levanta más allá de un palmo de altura, perteneciente a la familia primuláceas. De una raíz leñosa nacen algunos tallos simples, débiles y de color rojizo, que en toda su longitud poseen hojas planas y estrechas, casi lineales, de 1×10 mm, sésiles y dispuestas esparcidas. Estas hojas recuerdan a las de los brezos, aunque se diferencian porque pueden ser algo rollizas o tener dientecillos laterales en su mitad anterior. La planta es por entero glabra. En el extremo de cada tallo se forma una espiga globosa de flores muy atractivas. La morfología de las flores es curiosa, si se les presta atención. El cáliz tiene forma de bolsa cerrada por arriba por 5 dientes triangulares, mientras que por debajo existe un verticilo de otros 11 dientes abiertos, de tamaño desigual. La corola tiene color lilacino y forma en tubo bilabiado, a pesar de que el coris no pertenece a la familia labiadas. El labio superior, mayor, está dividido en 3 lóbulos escotados; el inferior posee solo 2 y aún menores. Del centro de la corola emergen 5 estambres con anteras naranja. El fruto permanecerá englobado en el cáliz ornamentado con sus dientes y enrojecido como los tallos, mientras que la corola se desprenderá entera.
El coris vive en romerales, en terrenos calizos y secos. En la comarca de Bages es una planta común que destaca en primavera cuando está en flor. Abunda en las partes altas y soleadas del macizo de Montserrat. Pius Font i Quer, en su magnífica obra Plantas medicinales, el Dioscórides renovado, nos dice que la medicina tradicional atribuye al coris las virtudes de combatir la sífilis, cicatrizar heridas, disolver cálculos renales y provocar el vómito. Para tratar los males internos se tomaban infusiones de sus hojas, mientras que en las heridas se aplicaba directamente la raíz triturada en polvo.
[fotos Jordi Badia]