La valeriana (Valeriana officinalis) es una hierba vivaz, alta, con hojas opuestas, compuestas por un número impar de folíolos irregularmente dentados. Las flores blancas o rosadas se agrupan en el extremo de los tallos en una inflorescencia en cima que, a causa de la densidad de sus pequeñas flores, toma la apariencia de una umbela composta. Examinadas de cerca, estas flores prácticamente no presentan cáliz, sino sólo una corola tubular con una bolsa en el fondo y abierta en 5 lóbulos desiguales de donde sobresalen 3 estambres y un estilo. Pero en la maduración, el cáliz incipiente se desarrollará en un plumero para la dispersión del fruto (foto 5ª).
La valeriana tiene enterrada una base gruesa de la cual salen, además del tallo y de las raíces, rizomas horizontales que dan lugar a nuevas plantas. Las raíces y esta base gruesa son las partes de la valeriana que se usan en medicina, pero antes hay que limpiarlas cuidadosamente para desprender las partículas de tierra sin dañar la epidermis de la raíz que contiene las esencias. Administrada en infusión, la valeriana posee una reconocida facultad para tranquilizar y conciliar el sueño, a pesar de que, debido a la complejidad de su composición, no se sabe a ciencia cierta cuáles son los principios activos responsables de la acción.
La valeriana es una planta propia de los grandes herbazales de la montaña media y del piso subalpino que, en el Bages, se encuentra también en la orilla de algunos arroyos y en los prados húmedos, en la parte oriental de la comarca.