La canforada (Camphorosma monspeliaca) es una mata de familia quenopodiáceas que posee un porte particular con ramas leñosas, tortuosas y prostradas de las que salen dos tipos de ramas herbáceas, unas cortas repletas de hojas y otras que se levantan hasta 45 cm, a menudo rojizas, menos hojosas, que en su parte alta tienen también flores. En invierno y primavera, en ausencia de estas ramas floríferas, la canforada queda en forma pulvinular o recubriendo el suelo o la roca. Las hojas son pequeñas y triangulares o lineales, de un máximo de 10 mm de longitud por 1,5 mm de ancho, agudas y con el nervio sobresaliente por el envés. Se agrupan en fascículos densos en las ramas cortas de la base y distantes en las floríferas. Las flores minúsculas y discretas, polinizadas por el viento, se esconden tras brácteas pilosas similares a las hojas. Estas flores pueden ser hermafroditas con 4(5) estambres que maduran primero y un ovario con 2(3) estigmas largos, o femeninas con los estambres abortados. Florece durante la segunda mitad del año, como la mayoría de quenopodiáceas.
La canforada desprende al frotarla el olor agradable del alcanfor que se había utilizado en los armarios para repeler las polillas de la lana y otros insectos; no hay que confundirlo con el olor de las pastillas de naftalina o de para-diclorobenceno. La canforada vive en terrenos pisoteados, nitrificados o algo salinos. Mantiene poblaciones abundantes en las tierras más interiores de la depresión del Ebro y en el litoral del Rosellón y el Ampurdán, enfrentándose en ambas áreas a suelos salinos y nitrificados. Como realizando la función de puente entre sus dos áreas de distribución principales, la canforada se encuentra también en lugares erosionados del Pla de Bages, aunque sin ser aquí una planta común.
[fotos Jordi Badia]