Persicaria

Polygonum persicaria

La persicaria (Polygonum persicaria) es una planta característica de lugares temporalmente inundados y con lodo en el fondo, a orillas de balsas, acequias o ríos. Es anual aunque voluminosa con sus tallos nudosos, a menudo rojizos y zigzagueantes que tanto enraízan de nuevo como se levantan medio metro. La persicaria pertenece a la familia poligonáceas; lo descubren las ocreas, unas vainas papiráceas que envuelven el tallo allá donde nace una hoja. Las ocreas de la persicaria poseen nervios verticales que asoman transformados en cilios, un carácter que diferencia la persicaria auténtica (P.persicaria) de P.lapathifolium, una especie similar que vive en el mismo medio, aunque es menos común en la comarca de Bages.

Las hojas de la persicaria poseen pecíolo corto y limbo lanceolado de hasta 15×2 cm con anchura máxima a mitad de longitud, márgenes poco regulares y casi siempre luciendo una característica mancha negra en el centro. Por su forma y consistencia débil, estas hojas recuerdan a las de un melocotonero, a lo que alude el adjetivo específico persicaria y por añadidura el nombre en español.

Tras de crecer vegetativamente durante la primera mitad del año, la persicaria florece en la segunda mitad. Saca espigas de unos 2 cm de longitud formadas por flores ovaladas, pequeñas de unos 2 mm, dispuestas densas. Estas flores carecen de cáliz; tienen 5 tépalos rosados que protegen los 5 estambres y el ovario. El fruto es pequeño como la flor, seco, negro, liso y brillante y de forma variable como una lenteja o bien hinchado y con tres aristas.

La persicaria es frecuente a orillas de aguas no demasiado frías y limpias, unas condiciones que en la comarca de Bages se dan preferentemente en el llano o Pla.

[fotos Jordi Badia (1ª, 2ª y 3ª) y Florenci Vallès (4ª)]