Pozos de nieve

En la imagen 1ª y visto desde el exterior, el pozo de hielo de L’Obac Vell (Vacarisses, Vallès Occidental), en la sierra de L’Obac, restaurado en 1990 por la Diputación de Barcelona. En la imagen 2ª, interior del pozo de hielo del valle de Rajadell (Manresa), iluminado por la luz que entra a través del agujero de la bóveda derrumbada. En la imagen 3ª, el pozo de hielo ya en ruinas del arroyo de Conangle (Sallent). Mucho después de la construcción del pozo de hielo, el agua del arroyo de Conangle se salinizó debido a la perforación de los pozos mineros de la compañía La Fodina y a la acumlación de residuos salinos en la escombrera de Vilafruns (Balsareny). En la imagen 4ª, el interior de la poza de hielo del grupo de pozas de la Ginebreda, limpiada y acondicionada para entrar, de 8 metros de diámetro por 10 de altura y con la cúpula reforzada mediante arcos en cruz. Los pozos de hielo mayores, como éste de la Ginebreda, se denominan pozas, en femenino, en lugar de pozos. La comarca del Moianès posee una gran concentración de pozos de hielo.

Los pozos de hielo o de nieve son construcciones subterráneas grandes y profundas, generalmente en piedra seca, destinadas a almacenar hielo y proveer a la población durante todo el año.
La actividad de los pozos de hielo o nieve se desarrolló durante los siglos XVII, XVIII y XIX, coincidiendo con un período relativamente frío que se ha denominado la pequeña edad de hielo.
Los pozos de hielo se construían en umbrías y hondonadas, los lugares de microclima más frío. El origen del hielo podía ser la nieve, como en el caso de los dos pozos de la sierra de L’Obac, o el hielo formado en charcas de arroyos cercanos y posteriormente serrado en bloques de medidas preestablecidas, como en los dos pozos de Manresa, el del valle de Rajadell y el del valle de Guardiola, o en el de Calders. Los bloques de hielo o de nieve compactada se guardaban en el pozo, donde el ambiente se mantiene fresco incluso en verano, separados entre ellos por capas de ramas o de paja. El pozo se llenaba totalmente y se mantenía cerrado.
Cuando había necesidad, el pozo se abría de noche y de él se extraía el hielo, la fugaz mercancía que las caballerías tenían que transportar rápidamente y bien envuelta.
El hielo se utilizaba para la conservación de alimentos en especial del pescado, para refrescar bebidas, para preparar helados y, muy especialmente, con fines médicos. El hielo natural fue un material preciado y estratégico, esencial para la vida en la ciudad.
Los pozos de hielo iniciaron su declive a finales del siglo XIX, cuando empezó a difundirse la fabricación artificial del hielo. Con todo, no fue hasta el 1932 cuando los últimos pozos de hielo, los del Avencó en Tagamanent (Vallès Oriental), dejaron de utilizarse.
La existencia de los pozos de hielo a tan baja altitud concuerda con la documentación que atribuye un clima sensiblemente más frío a los siglos XVII y XVIII que a los anteriores y posteriores. Ciertamente, muchos de los años a partir de la década de 1980, este pozo en la sierra de L’Obac y los demás de la comarca de Bages no hubieran podido funcionar. El negocio del hielo natural hubiera sido ruinoso por la falta de nevadas o de heladas intensas en muchos inviernos. Los numerosos pozos de hielo en Catalunya, en lugares donde actualmente en invierno el hielo escasea, son testigos del calentamiento global.

[fotos Jordi Badia (1ª, 3ª y 4ª) y Florenci Vallès (2ª)]