La abeja de la miel (Apis mellifera) es un insecto himenóptero fascinante por diversos motivos: por su proverbial función polinizadora , por su ordenada vida social, por la arquitectura interior en celdas hexagonales de su colmena y por su laboriosa producción de miel, cera y jalea real. ¡Pocas especias son campeonas en tantas disciplinas a la vez!
El cuerpo de las abejas es de color marrón oscuro cubierto de pelos dorados lo que es ciertamente adecuado para la polinización involuntaria de las flores-, más abundantes y largos en el tórax. Las abejas viven en sociedad, el enjambre o colonia, constituído por individuos de tres castas. Las hembras obreras son, con mucha diferencia, las más numerosas; una sola colmena puede tener unos cuantos miles. Realmente honran su fama de laboriosas ya que realizan todos los trabajos de la colonia, desde salir en busca de néctar y polen de las flores hasta alimentar y cuidar las larvas. En el extremo del abdomen tienen un aguijón conectado a una glándula secretora de veneno. Si la abeja pica, el aguijón cargado de veneno quedará clavado como un arpón en el cuerpo de la víctima, mientras que la abeja, como un suicida sacrificado por la causa mayor de la colonia, morirá poco después. Los machos o zánganos son mayores, aunque menos numerosos y sin aguijón. Su función principal es la de fecundar a la reina cuando sale en vuelo nupcial. Además, con su movimiento de alas en la entrada de la colmena fuerzan la ventilación. La hembra reina, una sola por enjambre, es mayor que las obreras y, a diferencia de éstas que viven solo unas semanas, la reina puede vivir hasta 4 años. La reina tiene por única misión la de poner huevos. De los huevos no fecundados nacerán los zánganos . En cambio, de los huevos fecundados nacerán las hembras, obreras si la alimentación de la larva es normal o reinas en caso de haber sido exquisitamente alimentadas con jalea. Cuándo de la metamorfosis emerge una nueva reina, ésta mata las larvas y pupas competidoras que como ella han sido alimentadas a cuerpo de reina. Después inicia el vuelo nupcial seguida por los zánganos fértiles y, si tiene éxito, volverá a la colmena donde destronará a la reina vigente hasta entonces. La reina destronada se marchará con un enjambre formado por parte de la colonia para establecerse en otro lugar. Cuando la reina de la colonia muere, instintivamente las obreras alimentan larvas con jalea real para tener otra.
Las abejas de la miel son unos excelentes polinizadores, en especial de las plantas por ello denominadas melíferas como el romero y muchas otras plantas labiadas, la retama de olor, la aliaga y muchas otras papilionáceas, el brezo, los frutales… Las abejas recogen el polen con la boca, lo aglutinan con saliva y lo transportan en unas estructuras filamentosas situadas las patas posteriores, como pequeñas cestas, denominadas corbículas. La abeja de la imagen 1ª colecta el polen de las flores de un aladierno (Rhamnus alaternus) macho, mientras que las de las imágenes 2ª y 3ª recogen el polen de las flores de un cerezo (Prunus avium). En los tres casos transportan ya una massa amarilla de polen aglutinado y sujeto a las corbículas de las patas posteriores. Los abejorros (gén. Bombus) también poseen corbículas para el transporte de polen amasado y son igualmente unos excelentes polinizadores.
Las abejas de la miel viven tanto en estado silvestre, en agujeros de árboles y grietas de roca (imagen 5ª), cómo domesticadas en colmenas artificiales, adecuadas para extraer la miel de los panales de celdas hexagonales de su interior. Las colmenas se pueden transportar de un lugar a otro, al ritmo de la floración de las plantas. Las abejas de la miel vuelan por todas partes donde encuentren flores con néctar y polen; los romerales en primavera, los matorrales, los prados en flor a principios de verano y los campos de cultivo de plantas de polinización entomófila que, en la comarca de Bages, son principalmente de almendros y los cultivos herbáceos de alfalfa, esparceta, girasol o colza. La miel es una disolución azucarada constituida por el néctar que las abejas han recogido de las flores; de ahí que su sabor, color y olor varíen con las flores que las abejas han visitado. La miel es pues una sustancia muy energética, el alimento de las larvas y, en invierno, de todo el enjambre.
[fotos Jordi Badia (1ª y 4ª), Oriol Oms (2ª y 3ª) y Montserrat Porta y Jordi Badia (5ª)]