El género Meloe está formado por escarabajos muy atípicos, pues carecen de alas membranosas para poder volar y los élitros son cortos, abiertos y sólo cubren una parte del abdomen; además de tener un ciclo biológico complejo e interesante. Las hembras, después del apareamiento, depositan los huevos en el suelo, de los que salen unas larvas forésicas -que se aprovechan de otra especie para ser transportadas- y cleptoparásitas -que roban el alimento de otra especie- llamadas triungulinas. Las triungulinas son larvas móviles que suben a lo alto de flores a la espera de que una abeja huésped las visite. Al llegar el huésped, las triungulinas se enganchan a alguna parte de su cuerpo por medio de sus mandíbulas o de las uñas de sus tarsos, lo que les permite ser transportadas hasta el nido de la abeja. Allí devoran los huevos y los alimentos que encuentran, continuando su ciclo vital hasta la emergencia. De la misma forma que Berberomeloe majalis, las diferentes especies de Meloe segregan también una sustancia cáustica defensiva denominada cantaridina.
Meloe mediterraneus se caracteriza por sus antenas moniliformes, con nudillos muy similares, y sin geniculación. El tegumento es de color negro mate y está cubierto por una pubescencia negra. El pronoto es muy transverso, algo convexo, casi rectangular, con los ángulos traseros muy redondeados, e insinúa una depresión media. Los élitros no son lisos, sino que presentan una rugosidad poco pronunciada. Tanto en en la cabeza como el pronoto se ve un punteado poco denso.
En cuanto al ciclo biológico de M. mediterraneus, se han observado larvas triungulinas sobre Panurgus dentipes o Halictus scabiosa, entre otras especies de abejas.
[foto Xavier Adot]