El beleño blanco (Hyoscyamus albus) es una hierba de la familia solanáceas que con su floración pone la nota de color amarillo entre los escombros y las piedras de los muros viejos donde crece.
El beleño blanco es una planta robusta de hasta medio metro de altura, pilosa con un recubrimiento ralo de pelos largos y erizados, más otro denso de pelos cortos y viscosos. Posee hojas grandes, todas ellas pecioladas, con un limbo grueso con lóbulos triangulares en el margen, los nervios anchos y resaltados en el reverso y el color general verde glauco o grisáceo por la vellosidad. Las primeras flores nacen con un pedúnculo corto en la axila de las hojas superiores, mientras que las siguientes, solo en los ejemplares más desarrollados, se alinean sésiles en una espiga alta. Las flores constan de un cáliz acampanado terminado en cinco dientes, una corola simpétala de color amarillo pálido con el interior manchado de violeta o verde oscuro que se abre en 5 lóbulos desiguales, cinco estambres soldados a la corola y un ovario. El fruto es una cápsula compartimentada interiormente en dos lóculos mediante un tabique vertical.
El beleño blanco se diferencia del negro (Hyoscyamus niger), también presente en la comarca de Bages, porque este último posee hojas más oscuras, no agrupa sus flores en espigas y porqué éstas poseen corola blanquecina con un retículo violeta oscuro.
Ambas especies contienen los alcaloides hiosciamina, escopolamina y atropina, los mismos que la belladona, que les dan toxicidad y a la vez propiedades interesantes. Usadas a menudo indistintamente, ocupan un lugar destacado en la etnobotánica europea y en las prácticas de brujería por su acción psicotrópica. El uso tradicional que probablemente más ha perdurado, por lo menos en Cataluña, es el de analgésico para el dolor de muelas. En un recipiente metálico se quemaban hojas de beleño dirigiendo el humo a la boca abierta de quien se dolía de muelas para producir anestesia local, quizás en parte también general. Por un afortunado azar, esta práctica soportada con alcaloides potentes y con un mecanismo farmacológico conocido para mitigar el dolor, tenía también el soporte de la teoría del signo. El fruto del beleño es una cápsula que pierde la tapa superior para liberar sus pequeñas semillas. Fácilmente puede identificarse la cápsula del beleño con una muela y sus semillitas con su interior descompuesto. Creencias, experiencia y farmacología apuntan en la misma dirección.
[fotos Jordi Badia (1ª, 2ª y 4ª) y Montserrat Porta (3ª)]