La menta de gato o nébeda (Nepeta cataria) es una hierba perenne de la familia Labiadas, olorosa y de tacto suave, que vive cerca de casas de campo en rincones húmedos cerca de casas de campo, en las que probablemente había sido cultivada.
En verano, cuando florece, alcanza cerca del metro de altura. Los tallos son cuadrangulares, fistulosos y cubiertos por una pilosidad corta, la misma que da tacto de terciopelo a las hojas que de ellos nacen opuestas. Estas hojas poseen pecíolo largo y ancho y limbo cordado, grueso, de tono grisáceo por el envés y margen festonado o dentado. Las brácteas en la base de los verticilos florales son como hojas progresivamente menores. Las flores son numerosas y densas en cada verticilo, relativamente pequeñas, con un cáliz largo y piloso y una corola blanca manchada de rosa, muy abierta en dos labios, el inferior terminado en dentado.
La menta de gato destaca por su olor agradable, parecido al de la menta aunque sin serlo por completo. Las hojas y tallos contienen un aceite esencial, del cual la nepetolactona es el ingrediente mayoritario. La menta de gato se utiliza como planta aromática y medicinal con múltiples propósitos, siendo el más común el de calmar desórdenes gastrointestinales. Dice el refrán catalán «la nepta tot ho repta«, que podríamos traducir como «la nébeda, todo mal afronta». La nébeda o menta de gato repele los mosquitos, aunque sin llegar a ser efectiva aplicada sobre la piel.
Aunque la propiedad más destacada de la menta de gato, por la que es conocida, es su poder de atracción y excitación de los gatos, especialmente los machos. La nepetolactona es químicamente similar a un ingrediente oloroso de la orina de las gatas. Los gatos huelen la menta de gato, la muerden y se tumban muy a gusto en ella, o bien se revuelven, saltan, cazan imaginarios ratones y se excitan tanto que a menudo acaban por eyacular.