La mosca doméstica (Musca domestica), la mosca por excelencia, debe ser la especie animal más cosmopolita. Vive en el interior de viviendas humanas donde se refugia principalmente en los períodos fríos, aunque cuando la temperatura es suficiente se encuentra por todas partes. Quizás por ser tan común, apenas se le dirige la curiosa mirada naturalista.
Su cuerpo rechoncho mide de 4 a 8 mm. Lleva algunas setas negras tanto en el tórax como en el abdomen. Los ojos tienen color granate y se disponen más juntos en la cabeza de los machos que en la de las hembras. El tórax es gris con cuatro bandas longitudinales más oscuras, mientras que el abdomen muestra un tono marrón claro matizado por franjas transversales grises y difusas. El par de alas son translúcidas, casi transparentes, solamente con un pálido matiz entre gris y marrón: el color indescriptible de ala de mosca.
La mosca doméstica es extremadamente prolífica. Una sola hembra puede llegar a poner hasta 1000 huevos a lo largo de su vida. En un año pueden darse 5 o 6 generaciones sucesivas. Con esta capacidad reproductiva, no es de extrañar que los hábitats propicios se llenen rápidamente de moscas. La hembra deposita los huevos en materia en descomposición y en estiércol, donde crecerán las larvas. Tras un breve período como pupa enterrada en el suelo y aparentemente inactiva, emerge la mosca adulta.
Les moscas aspiran directamente líquidos por medio de la trompa, o bien primero disuelven sólidos al vomitar sobre ellos enzimas digestivos y los sorben seguidamente. Al revolotear de uno a otro alimento, las moscas dispersan microorganismos y facilitan la putrefacción.
En cualquier caso, la mosca doméstica ha conseguido un notable éxito evolutivo.