La romaza crespa (Rumex crispus) es una hierba perenne de la familia poligonáceas, robusta per sus hojas grandes de un verde intenso y por la inflorescencia densa en forma de columna. Alcanza un metro de altura. Posee hojas simples, mayores en la base donde miden hasta 20 cm de longitud que en el tallo, con el pecíolo normalmente más corto que el limbo lanceolado de lados paralelos, base truncada y punta aguda, con un nervio central resaltado y numerosos nervios secundarios paralelos que se ramifican y se unen formando una red antes de alcanzar el margen. Los márgenes de las hojas están ondulados con lo que las hojas no quedan completamente planas, a lo que se refiere el crispus.
El tallo es estriado y poco ramificado, con hojas decrecientes de abajo a arriba tanto en tamaño como en abundancia.
En la parte apical del tallo se forma una panícula de numerosas flores dispuestas en verticilos separados por tramos cortos. Las flores son pequeñas, verdes y poco aparentes, a pesar de que la inflorescencia en conjunto sí destaca. Les flores poseen un envoltorio doble constituido por tres piezas externas pequeñas y tres piezas internas –que por su color verde y consistencia membranosa denominamos tépalos- soldadas al ovario. Al fructificar, el ovario se transforma en un aquenio con los tépalos internos desarrollados en unas alas o excrecencias denominadas valvas, cuyos tamaño y detalles morfológicos facilitan la discriminación entre las especies de Rumex. Las valvas de la romaza crespa miden unos 4 mm y su forma es triangular con los vértices redondeados y los márgenes enteros. A medida que van secándose, los frutos de la romaza crespa viran del verde amarillento inicial a un marrón rojizo final en otoño.
La romaza crespa vive en prados húmedos, principalmente en suelos removidos, nitrogenados o poco drenados de valles y campos de cultivo. La romaza crespa es especie con distribución muy extensa por Europa, sin que la comarca de Bages sea ninguna excepción.
[fotos Jordi Badia]