Cenizo hediondo, meaperros

Chenopodium vulvaria

El cenizo hediondo, hediondilla, sardinera, vulvaria o meaperros (Chenopodium vulvaria) es una hierba anual de la familia de las quenopodiáceas que mide de 10 a 60 cm de alto. Es postrada o ascendente, ramificada, grisácea y farinácea, y desprende un fuerte hedor a pescado podrido porque contiene trimetilamina.

Sus hojas tienen un pecíolo de 0,3-1,5(2) cm y un limbo de contorno entre ovado y rómbico y con la punta obtusa o ligeramente aguda, que mide 0,6-2,5(4) por 0,3-1,5(2) cm. Normalmente son enteras, pero muy raramente tienen 1-2 dientes a cada lado. Las de la parte superior están más o menos claramente opuestas y el resto están en disposición alterna. El nombre genérico Chenopodium, del griego chên, ‘oca’, y podion, ‘pie’, se refiere al hecho de que hay especies de este género con hojas que recuerdan el pie de una oca.

Sus pequeñas flores están agrupadas en inflorescencias cortas que son axilares y terminales. Tienen 5 tépalos farináceos que miden 0,5-0,8 mm de largo, 5 estambres y un pistilo. Normalmente se abren entre junio y octubre, y son polinizadas por el viento.
Sus frutos son membranosos, están rodeados por los tépalos y contienen una única semilla de color marrón oscuro y reluciente, que tiene una forma que recuerda una cazuela con su tapadera y mide 1-1,5 mm de diámetro.

Crece sobre tierras más o menos removidas y ricas en nitrógeno -cultivos, bordes de caminos, terraplenes… Es una hierba originaria de la región Mediterránea y zonas próximas que, dispersada por los humanos, se ha extendido por gran parte del mundo.

Antiguamente se consideraba eficaz para sanar diversas enfermedades. El nombre específico vulvaria, puesto por Linné en el siglo XVIII, hace referencia al parecido del olor de esta planta con el de la vulva. Según el botánico francés Alfred Chabert (1836-1916), en Saboya, en el siglo XIX, las mujeres, para hacer que la matriz caída volviera a su lugar, se hacían fumigaciones de meaperros cocido con excrementos de cuervo en orina de un niño. Esta receta repugnante era fruto de la aplicación de la teoría (falsa) del signo o de la signatura, que dice que las plantas muestran signos que indican sus virtudes curativas.

[fotos Florenci Vallès (1ª y 2ª) y Jordi Badia (3ª y 4ª)]