El ciprés, ciprés común o ciprés mediterráneo (Cupressus sempervirens) es el árbol de la clase Coníferas, en la división Gimnospermas, conocido por sus hojas perennes en forma de pequeña escama, por las pequeñas piñas formadas por pocas escamas grandes y, principalmente, por la costumbre ancestral de plantarlo en jardines, cerca de las casas, en el borde de caminos y, muy especialmente, en los cementerios.
El ciprés es originario del Mediterráneo Oriental y Oriente Medio. Se cree que su distribución original abarcaba la península del Peloponeso, las islas del mar Egeo, la isla de Chipre que lleva su nombre, la costa oriental del Mediterráneo, tramos de la costa del norte de África llegando hasta Túnez y zonas montañosas de Oriente Medio penetrando por los actuales estados de Siria e Irak hasta el interior de Irán. Pero es imposible saberlo a ciencia cierta porque, ya desde épocas antiguas, las culturas del Mediterráneo Oriental extendieron el ciprés por todas las tierras que rodean este mar incluyendo la península Ibérica, hasta el punto de que el ciprés se ha convertido en un símbolo del Mediterráneo.
El ciprés tiene el tronco principal recto. Puede alcanzar los 30 metros de altura. La copa puede ser columnar y densa a causa de la orientación muy vertical de las ramas en el caso de la variedad fastigiada, o bien irregularmente cónica y menos densa, con las ramas inclinadas alrededor de unos 45º. La forma de copa fastigiada o columnar es una variedad seleccionada, mientras que la forma cónica es la variedad silvestre. Entre las dos formas extremas de copa se pueden encontrar formas intermedias. El ciprés tiene sus primeras ramas muy cerca de la base del tronco, por lo que la copa casi llega al suelo.
La madera del ciprés es dura, persistente y aromática, apreciada en ebanistería, carpintería, tornería, escultura y, antiguamente, en la construcción de barcos. El ciprés produce resina, aunque en cantidad menor que los pinos.
La corteza tiene color entre gris y marrón y está agrietada en estrías estrechas casi paralelas, no completamente verticales sino algo sinuosas, que delimitan tiras que con el tiempo se enrollan y pueden desprenderse. La parte baja del tronco de los cipreses muy viejos puede mostrar color grisáceo al haber perdido toda su capa externa de corteza en tiras.
De las ramas delgadas del ciprés salen numerosas ramitas de 1 mm de diámetro, a su vez ramificadas, cubiertas completamente de hojas escuamiformes de 1 mm de longitud, de clor verde oscuro y dispuestas imbricadas como los filidios de un musgo.
Las flores se forman en conos separados, masculinos y femeninos, en los inicios de primavera. Los conos masculinos son numerosos. Su forma es de cigarro de unos 3 mm de longitud. Si se sacude una rama con conos masculinos maduros, éstos liberan una nube de polen. Los conos femeninos son mucho menos numerosos, su forma es esférica, están formados por 8-14 escamas y nacen en los extremos de las ramas. Tras la polinización, las escamas de los conos femeninos se cierran.
Estos conos femeninos, gálbulos o piñas crecen poco a poco hasta alcanzar una forma vagamente ovoide de 3-4 cm de diámetro máximo y consistencia leñosa, pasando del verde inicial al color marrón grisáceo como la corteza al final de la maduración. Las 8-14 escamas de la piña tienen bordes sinuosos y una protuberancia poco definida en el centro que corresponde a la uña o escudete de la escama. Las piñas suelen permanecer cerradas en el árbol durante unos años, pero acaban por abrirse lentamente y liberar las semillas. Cada escama protege de 8 a 20 semillas. Estas semillas tienen un tamaño de 3-4 mm, color marrón, y una forma poligonal irregular con aristas donde se intuyen 2 alas incipientes, una a cada lado.
El ciprés es un árbol muy longevo; se cree que puede superar con creces los 1000 años. A cambio, su crecimiento es lento. El adjetivo específico sempervirens es doblemente acertado, por las hojas siempre verdes -el significado real- y por la longevidad. Éstos deben ser también los motivos por los que, desde tiempos inmemoriales, el ciprés se planta en los cementerios como símbolo de recuerdo, perdurabilidad o vida eterna.
En las comarcas ventosas, particularmente en las comarcas del Alt Empordà y del Rosselló batidas por la tramontana, los cipreses de la variedad fastigiada se plantan muy juntos para formar vallas que protejan los campos del viento. En la Cataluña Central, a menudo un paseo de cipreses encamina hacia una casa de campo, o algunos cipreses crecen junto a las masías y ermitas.
En la ciudad de Manresa destacan el ciprés de la entrada de la masía de Can Font y los que crecen en el jardón de la casa de La Culla -ambas casas de campo reconvertidas a equipamientos didácticos del Parque de la Acequia-, y los numerosos cipreses centenarios del cementerio municipal, en el Congost.
Pese a su uso ornamental antiguo y extendido, pocas veces el ciprés se encuentra subespontáneo. Existen sin embargo excepciones que demuestran que el ciprés podría ser también un árbol forestal en la comarca de Bages. A partir de plantaciones antiguas, se han constituido poblaciones de cipreses subespontáneas con mezcla de todas las edades en el bosque del Serrat del Xipell (Sallent) y en los alrededores a la fuente del Rauric, en el valle de Servitge (Rajadell).
El ciprés es un árbol rústico que soporta la sequía, los suelos pobres, el frío y el calor, aún más que el pino carrasco (Pinus halepensis). Por su tolerancia a la aridez, el ciprés podría en el futuro hacerse un hueco en los terrenos pobres dominados por el pino carrasco y en las áreas del interior de la península Ibérica donde son abundantes algunos de sus parientes del género Juniperus: la sabina (J.phoenicea), el enebro albar (J.oxycedrus) o la sabina albar (J.thurifera).
La imagen 1ª corresponde a los cipreses del cementerio de Manresa, obtenida durante una visita el 24.05.2014 de la delegación del Bages de la ICHN. Las imágenes 2ª, 3ª, 4ª, 5ª, 6ª y 7ª muestran cipreses de la población subespontánea del Rauric.
Además del ciprés común (Cupressus sempervirens), otras dos especies de ciprés importadas de Norteamérica son habituales en los jardines: el ciprés de Arizona (C.arizonica [= Hesperocyparis arizonica]) y el ciprés de California o de Monterrey (C.macrocarpa [= Hesperocyparis macrocarpa]).
El ciprés de Arizona (C.arizonica) tiene las hojas de un verde azulado o grisáceo, la corteza se desprende en placas, no en tiras, mostrando debajo un color rojizo, y los gálbulos o piñas son menores, con cuernos prominentes y también de color azulado o grisáceo. Estas piñas son serótinas; se mantienen durante muchos años cerradas en el árbol con las semillas del interior viables. Después de un incendio, las piñas se abrirán y de los piñones liberados nacerán plantones.
El ciprés de Monterrey (C.macrocarpa) se parece más al ciprés común. Sus hojas desprenden olor a limón al frotar. Existe una variedad de jardinería de hojas amarillentas. El ciprés de Monterrey es un endemismo de la bahía de Monterrey, en California, que el uso en jardinería ha extendido por las regiones templadas del mundo.
[fotos Jordi Badia]