Frullania dilatata es una hepática foliosa que se encuentra a menudo en las cortezas de los troncos de robles y encinas viejos y de árboles de ribera.
En conjunto, Frullania dilatata forma manchas circulares aplicadas a la corteza del árbol que en el mejor de los casos pueden alcanzar algunos centímetros de diámetro, de color verde claro que vira a granate de elegancia decadente si queda soleado o a un tono oscuro, casi negro, en condiciones muy húmedas. Si se observa la morfología de Frullania dilatata al detalle se aprecian sus caulidios adheridos a la corteza ramificándose a menudo para ocupar completamente la superficie disponible. Los caulidios se fijan al substrato mediante rizoides. Estos caulidios están llenos de filidios circulares u orbiculares, planos, de 1 mm de diámetro, en disposición alterna en 2 hileras claras e imbricados. La planta, tal como crece, muestra los lóbulos dorsales de los filidios; si se arranca un trocito de ella y se observa a través de una lupa se ve en su cara ventral otro lóbulo menor, hemisférico de 0,3-0,5 mm.
A diferencia de los musgos, los filidios de las hepáticas foliosas se disponen en un solo plano, no alrededor del caulidio, no tienen nervio central ni terminan en punta.
Frullania dilatata suele encontrarse en el pequeño ecosistema que se forma sobre la corteza rugosa de los robles en los bosques sombríos, entre musgos y líquenes. Frullania dilatata puede crecer también sobre rocas silíceas húmedas, aunque no en la comarca de Bages en la que las rocas son carbonatadas.
Frullania dilatata ejemplifica el orden Jugermanniales, el que comprende las hepáticas foliosas, el más extenso entre las hepáticas, muy desconocido entre los botánicos porqué requiere siempre la observación precisa con lupas o microscopios para reconocerlas.
[foto Jordi Badia]