El lampazo (Arctium minus), exactamente al contrario de lo su nombre científico indica, es una hierba exuberante, una megaforbia que crece en herbazales de márgenes de caminos, en zarzales y en antiguas carboneras, siempre en lugares con suelo profundo y nitrogenado.
Pertenece a la familia compuestas. Se trata de una hierba bienal, muy robusta, que hasta el verano del segundo año no saca el tallo florífero que puede llegar al metro y medio de altura. Podría asimilarse a un cardo, aunque el lampazo no es punzante. Tiene grandes hojas gruesas, ovadas o sagitadas con la base acorazonada, de tamaño decreciente a medida que suben por el tallo. Sus capítulos son ovoides de unos 2 cm de diámetro, relativamente pequeños para una planta tan robusta, aunque numerosos. Estos capítulos vienen protegidos por brácteas lanceoladas con la punta aguda, erizada y matizada de color púrpura. Las flores tubulosas, también purpúreas, se abren solo en la parte superior del capítulo.
El lampazo está bien distribuido en la comarca de Bages, aunque localizado en lugares favorables, en donde destaca por sus hojas basales descomunales.
Las raíces gruesas del lampazo habían sido consideradas medicinales con múltiples propósitos, entre ellos tratar problemas de la piel y «purificar la sangre».