Oruga del tomate

Helicoverpa armigera

La oruga del tomate (Helicoverpa armigera [= Heliothis armigera]), de la extensísima familia Noctuidae de mariposas nocturnas, es una plaga originaria de Sudáfrica que se ha extendido por el mundo, también en Cataluña y en la comarca de Bages donde afecta principalmente a los tomates cultivados en huertas. La oruga del tomate, más conocida en otras lenguas como la oruga del algodón, causa la heliotis, el deterioro de frutos por la presencia de orugas en su interior. La oruga del tomate tienen en el tomate y en el agofón –que no se cultiva en la comarca de Bages- sus víctimas habituales, aunque afecta también al tabaco, a los pimientos, a los cítricos, a las mazorcas de maíz, a las judías, a los girasoles… a cualquier frutos jugoso y nutritivo. La oruga del tomate deja un rastro de frutos minados, sin valor comercial, con cavidades ennegrecidas por sus propios excrementos y por los hongos que proliferan a su paso.

El adulto es una polilla de color marrón, algo más apagado o grisáceo en los machos (foto 11ª) y anaranjado en las hembras (foto 10ª), en ambos sexos con un punto oscuro desdibujado en el dorso de las alas anteriores. Los ojos son grandes; en unos ejemplares éstos son verdes y en otros negros. La hembra pone alrededor de un millar de huevos esféricos de 0,5 mm de diámetro, con base plana y líneas meridianas como los gajos de una naranja pelada, que fija y reparte en pequeños grupos sobre las plantas nutricias.

Con la eclosión de los huevos nacen orugas que primero minarán las hojas y los brotes tiernos de la planta y que después buscarán sus frutos más nutritivos. La coloración de estas orugas es muy variable, lo que dificulta su identificación. En sus primeros estadios suele predominar el color el verde más o menos homogéneo y tienen mechones de pelos claros, pero a medida que crecen hasta los 30-40 mm suelen cambiar a tonos amarillos y marrones dispuestos en bandas longitudinales y los mechones de pelos y las protuberancias de las que nacen pasan a ser negros. Estas orugas devoradoras minan los frutos de forma torpe, suntuaria y caprichosa; una oruga suele ir a un segundo o a un tercer fruto sin haber consumido completamente los anteriores, dejándolos todos deteriorados. Al llegar al estado final de su desarrollo, la oruga se entierra en el suelo para formar la crisálida. La oruga del tomate puede realizar 3 generaciones rápidas por año y pasar el invierno en estado de crisálida en diapausa larga en el suelo.

La heliotis, la infestación de los frutos por la oruga del tomate o del algodón y, en menor grado, por especies cercanas del género Heliothis, es una afectación grave a la agricultura mundial. Se combate la oruga del tomate mediante insecticidas aplicados durante la fase inicial del ciclo cuando las orugas son pequeñas y comen los brotes y hojas tiernos de la planta, con trampas de feromonas en verano para atraer a los machos adultos y mediante la inundación del suelo en invierno para ahogar a las crisálidas que allí se encuentren.

Las imágenes muestran cinco ejemplares de oruga del tomate: el primero, de color verde, ha sido extraído de un tomate (fotos 1ª, 2ª y 3ª); el segundo, también verde, sale de una judía verde (foto 4ª), el tercero, de tono marrón, también encontrado en una judía verde (fotos 5ª, 6ª y 7ª); el cuarto, de tonos rojizo y negro, se encuentra sobre el pétalo de una rosa (fotos 8ª y 9ª) y el quinto, de tono predominante marrón, está royendo una pera. Nótese la variabilidad de color de la oruga. En todos los casos, la oruga ha deteriorado el fruto cultivado.

[fotos Montserrat Porta y Jordi Badia]