El repilo del olivo es una enfermedad que el hongo fitoparásito Fusicladium oleaginum (= Spilocaea oleagina, Cyclosium oleaginum, Venturia oleagina) causa en los olivos (Olea europaea). La evidencia del repilo es la presencia de manchas circulares o anulares oscuras, a menudo rodeadas por un halo amarillo, en la cara superior de las hojas. Las hifas del hongo se extienden bajo la cutícula de la cara superior de las hojas, la cual perforan en múltiples puntos para sacar fuera sus conidios productores de esporas asexuadas que propagan la infección. A medida que progresa la infección, las hojas se amarillean y caen prematuramente. La infección puede afectar también a las aceitunas, en las que aparecen manchas negras pequeñas y deformaciones, principalmente en el pedúnculo. No se conoce la reproducción sexual del repilo del olivo que, si existe, debe ser muy excepcional.
El repilo del olivo es una enfermedad muy común que prospera en condiciones de humedad alta, cuando las hojas del olivo quedan mojadas durante tiempo -por ejemplo en un olivo en un jardín regado por aspersión- o si el olivo está en una vaguada umbría. En un mismo olivo, el repilo afecta más a las hojas de las ramas bajas e internas que a las de las ramas altas y externas más expuestas al sol y al viento. Existe diferencia de sensibilidad al repilo entre variedades cultivadas de olivo. El repilo causa la pérdida de hojas y, en consecuencia, la pérdida de producción de aceitunas. En los casos más graves de repilo, el olivo muere. Para prevenir el repilo se recomienda la poda de ramas internas para que la copa en conjunto quede aireada, y evitar plantar los olivos demasiado juntos. El tratamiento químico habitual, más eficaz como preventivo que como solución una vez el repilo está presente, es la aplicación a finales de invierno de oxicloruro u otros derivados de cobre.
[fotos Jordi Badia]