Víbora hocicuda

Vipera latasti

La víbora es el animal más peligroso de la fauna de la comarca de Bages. Los refranes populares así lo atestiguan: el castellano «si te pica un morgaño, en la cama un año» y el catalán, más drástico, «a la picada d’escurçó, no hi ha temps a l’extremunció«. El veneno que la víbora inyecta a través de sus colmillos como jeringuillas retráctiles colgadas de la mandíbula superior es excepcionalmente potente. La picada de la víbora provoca la inflamación aguda de la parte afectada, inflamación que progresivamente se extiende hacia el resto del cuerpo; dolor intenso, vértigo, taquicardia y trastornos generales graves. La gravedad de la mordedura dependerá de la cantidad de veneno inoculada. Sólo muy esporádicamente llega a ser mortal. El único tratamiento eficaz contra la mordedura de víbora es la administración rápida del correspondiente suero antiviperino. Por tanto, en la desafortunada circunstancia de una mordedura de víbora, hay que trasladar rápidamente a la víctima a un centro médico donde dispongan del antídoto específico contra el veneno de víbora.

Las víboras se diferencian del resto de serpientes que hay en la Europa occidental (las culebras, familia colúbridos) por su cabeza triangular cubierta de escamas pequeñas -con la excepción sólo del par de escamas grandes y ovales situadas sobre cada ojo- y por la pupila vertical. En cambio las culebras tienen escamas grandes sobre la cabeza y la pupila circular. Además las víboras son serpientes rechonchas, de cola corta, que difícilmente superan los 60 o 70 cm de longitud total.

En la comarca de Bages viven las dos especies de víbora con distribución en Catalunya, la víbora hocicuda (Vipera latasti) de la foto, que hemos encontrado en las sierras de Montserrat y de Sant Llorenç del Munt i l’Obac y en los valles de cabecera del arroyo de Calders y la víbora áspid (Vipera aspis), localizada sólo en el norte del Moianès. Sus poblaciones son pequeñas. La víbora áspid en Catalunya se encuentra principalmente en la zona de los Pirineos y Prepirineos, mientras que la víbora hocicuda tiene una distribución más meridional, con preferencia por las sierras mediterráneas. La víbora hocicuda, tal como su nombre indica, tiene el hocico prominente y elevado, lo que la diferencia de la víbora áspid. Ambas especies suelen exhibir en el dorso un dibujo en zigzag o una sucesión de rombos oscuros, casi negros, sobre un fondo de color gris claro, a veces desviado hacia un tono verdoso en el áspid o rojizo en la víbora hocicuda. El color y el dibujo son variables, por lo que son caracteres poco definitorios para la identificación.

Las víboras viven con preferencia en lugares pedregosos, donde puedan tomar el sol. En invierno están inactivas. Las víboras son ovovivíparas, de manera que la madre pare directamente unas crías envueltas por una débil membrana que rompen al cabo de nacer. Se alimentan de pequeños animales, como ratones, pájaros y lagartijas, que cazan con su mortal mordedura. La víbora no atacará a una persona, a menos que involuntariamente o a propósito se la haya molestado. La reacción de una víbora frente a la presencia humana será, como la tantos otros animales, la de huir; pero, si no se le deja escapatoria, conviene ir con cuidado, porque puede fingirse muerta. De encontrar una víbora, la reacción prudente es la de alejarse discretamente y dejarla en paz.

La foto segunda muestra un ejemplar de víbora hocicuda de gran tamaño atrapada accidentalmente en una red de nylon, descubierta en los alrededores de la fuente del Bullidor (Colldejou, Baix Camp) en el transcurso de la excursión de la ICHN-Bages a la sierra de Llabería. Posteriormente agentes rurales consiguieron liberarla.

[foto Jordi Badia]