Los bosques de ribera o sotos son bosques caducifolios que crecen a ambos lados de los cursos fluviales sobre suelos que, a partir de una cierta profundidad, suelen estar empapados de agua proveniente del río o arroyo vecino (agua freática). Los bosques de ribera son los más productivos entre los bosques del área mediterránea y submediterránea porque raramente escasea en ellos el agua, el principal factor limitante del crecimiento de la vegetación en estas áreas. Si a este hecho añadimos la riqueza en nutrientes minerales que suele caracterizar los suelos formados a partir de sedimentos traídos por las aguas fluviales (aluviones), no es de extrañar que las alamedas, los bosques que corresponden a la mayor parte de las riberas con suelos profundos de los ríos y rieras del Bages, puedan superar fácilmente los 20 metros de altura. La vegetación de los bosques de ribera está adaptada a las inundaciones periódicas que eventualmente pueden tumbar o arrancar árboles y arbustos.
A medida que nos alejamos del río, la profundidad media del nivel freático aumenta, lo que condiciona la distribución de los árboles. Así, en el Bages, el sauce blanco (Salix alba) y el aliso (Alnus glutinosa) viven siempre a ras del agua, mientras que el álamo (Populus alba), el fresno (Fraxinus angustifolia ssp. angustifolia) y el chopo o álamo negro (Populus nigra) toleran mejor la sequía y pueden llegar a crecer en lugares dónde la profundidad del agua freática ronda los 2 m.
Cerca de los torrentes, con poca agua en verano, no suelen crecer sauces blancos ni alisos, mientras que los olmos (Ulmus minor) ganan terreno. El olmo es la especie con menor exigencia de humedad edáfica puesto que, a menudo mezclado con los robles, puede vivir en suelos de nivel freático profundo (3 m) y oscilante, relativamente secos en verano. La inmensa mayoría de los olmos que podemos ver son pequeños rebrotes de cepa. Casi no quedan en Europa olmos grandes, debido a una forma muy virulenta de grafiosis, una enfermedad fúngica transmitida por un escarabajo taladrador que llegó a Catalunya a principios de la década de 1980.
El ámbito del bosque de ribera, a causa de su fertilidad, ha sido muy explotado por el hombre desde tiempos inmemoriales; por lo que es difícil encontrar fragmentos de bosque suficientemente maduros como para considerarlos representativos de la vegetación potencial. De hecho, en los dominios del bosque de ribera es frecuente encontrar árboles foráneos plantados por el hombre con propósito maderero. El más común es el chopo del Canadá (Populus x canadensis), originado por la hibridación entre el chopo europeo (Populus nigra) y la carolina (Populus deltoides), un chopo americano. Estas choperas de árboles alineados no pueden considerarse bosques, sinó simples arboledas dónde se cultiva la madera. Con las mismas intenciones que en el caso del chopo del Canadá, pero en menor grado, en Catalunya también se cultiva el plátano (Platanus x hispanica). Este árbol típico de nuestras calles y paseos es un híbrido entre el plátano norteamericano (Platanus occidentalis) y el plátano oriental (Platanus orientalis), originario de la península Balcánica. Los plátanos híbridos se pueden reproducir por semilla y no es raro encontrar ejemplares subespontáneos, nacidos sin ayuda humana.
Además de las especies citadas, en el ámbito del bosque de ribera podemos encontrar otros árboles alóctonos que, plantados originariamente por motivos ornamentales o reforestadores, actualmente son subespontáneos en este ambiente tan acogedor. Dos especies norteamericanas son buenos ejemplos de ello: la acacia falsa o robinia (Robinia pseudoacacia) y el negundo (Acer negundo).
También pueden encontrarse asociados a los bosques de ribera arbustos tales como los tarayes (Tamarix canariensis y Tamarix africana) -indicadores de aguas ricas en sales-, la sarga (Salix eleagnos) y el sauce ceniciento (Salix cinerea ssp. oleifolia). Bajo los grandes árboles son frecuentes el majuelo (Crataegus monogyna), un arbolillo caducifolio que se mantiene a menudo en porte arbustivo; el cornejo (Cornus sanguinea), un gran arbusto caducifolio de ramillas rojizas; la zarza (Rubus ulmifolius) más un pariente suyo, Rubus caesius, igualmente espinoso pero de tallos más débiles; y, completando el cuadro, la hiedra (Hedera helix). Hierbas típicas del estrato herbáceo de las alamedas son la lechetrezna de bosque (Euphorbia amygdaloides), el fenazo de bosque (Brachypodium sylvaticum) y el trepador lúpulo (Humulus lupulus) que se utiliza como aromatizante de la cerveza.
Frecuentemente, cultivos o cañaverales sustituyen actualmente los bosques de ribera. A diferencia del cañizo (Phragmites australis), una planta autóctona, la caña (Arundo donax) es originaria del centro de Asia y fue introducida en Europa por su utilidad.
Los sotos son ecosistemas muy ricos en alimento, con abundancia de frutos y de invertebrados. Pese a su reducida extensión, presentan diferentes estratos y franjas de vegetación y, además, tienen el agua al lado. Esto les convierte en pequeños oasis, a menudo en medio de zonas fuertemente transformadas, fundamentales para muchos animales, especialmente para las aves. De hecho, los bosques de ribera son los hábitats con una mayor diversidad de aves en toda Europa y las densidades pueden llegar a ser de 50 pájaros por hectárea. Se encuentran en él especies de vertebrados típicas de las zonas húmedas y de los ecosistemas fluviales, pero también de otros hábitats, no especialmente ligadas a la presencia de agua, que buscan en el soto comida y/o refugio.
La proximidad de un ambiente acuático regular en un entorno relativamente árido aumenta la riqueza faunística de la zona. El naturalista perspicaz descubrirá los nidos del tejedor (Remiz pendulinus) o de la oropéndola (Oriolus oriolus) entre las copas de los árboles, el pito real (Picus viridis) observando desde el interior de su agujero en el tronco de un álamo, o escuchará el canto del carricero tordal (Acrocephalus arundinaceus) o del ruiseñor bastardo (Cettia cetti), entre otros.
Cabe destacar la presencia de aves migratorias que siguen las vías fluviales y que buscan también refugio en los sotos, como el martinete (Nycticorax nycticorax), la garceta común (Egretta garzetta) y el cormorán (Phalacrocorax carbo).
Además, los bosques de ribera en galería funcionan como corredores biológicos para muchas especies, en particular para los mamíferos y en áreas donde los bosques naturales han sido masivamente sustituidos por cultivos. La mayor cobertura vegetal de los sotos facilita el desplazamiento de muchos animales.
[Jordi Morató, Oriol Oms y Florenci Vallès con la colaboración de Jordi Badia, Ramon Solà y Marc Vilarmau]