La sucesión vegetal

LA SUCESIÓN: VEGETACIÓN PRIMITIVA, VEGETACIÓN ACTUAL Y VEGETACIÓN POTENCIAL

Tenemos datos suficientes para afirmar que en la comarca de Bages casi por completo las áreas que encontramos actualmente cubiertas por vegetación espontánea han sido fuertemente alteradas por los humanos durante siglos. Evidencian esta afirmación las fotografías antiguas que muestran cultivadas gran parte de estas áreas, así como la abundancia de márgenes y barracas de piedra seca en los bosques. Actualmente, las comunidades vegetales que dominan en la comarca no son las que corresponden a la vegetación primitiva que existía antes de la fuerte intervención humana, sino que se encuentran en diferentes fases de la sucesión secundaria que conduce a la vegetación potencial, la que existiría sin ninguna intervención humana durante muchos años.

Los humanos hemos transformado directamente la vegetación quemándola, cortándola, arrancándola, envenenándola y construyendo edificios e infraestructuras, y también a través de la eliminación de grandes herbívoros salvajes, la práctica del pastoreo y la extinción de los incendios naturales.

La idea de que, con la excepción de los lugares donde la alteración causada por los humanos haya sido muy profunda (zonas urbanas, zonas muy erosionadas…), la vegetación potencial se parecería bastante a la primitiva es un modelo sencillo que ha sido utilizado a menudo para explicar la sucesión, pero este modelo sólo puede ser válido en caso de que el clima no haya cambiado de forma significativa desde que la vegetación primitiva fue alterada por los humanos. La realidad es que, mucho antes de que existieran las condiciones climáticas actuales (postglaciales) y la agricultura, los humanos ya podían provocar cambios significativos en la vegetación mediante el fuego.

Consideramos que, si se quiere utilizar la expresión vegetación primitiva referida a las áreas que han sido cultivadas, lo más práctico es tomar el término en el sentido de la vegetación que existía justo antes de la primera implantación de la agricultura, aunque es posible que las condiciones climáticas actuales no sean exactamente las mismas que las de aquella época porque a lo largo del Holoceno, la época geológica actual, el clima ha experimentado pequeñas fluctuaciones. El efecto de los animales (polinizadores, diseminadores de semillas, plagas y grandes mamíferos herbívoros) es un factor importante a tener en cuenta en toda la compleja cuestión de la sucesión vegetal.

Los incendios forestales descubren un paisaje agrícola antiguo de bancales, canales de desagüe y barracas que se mantenía escondido bajo la cubierta arbórea. Las fotos corresponden a un mismo lugar del valle de Santa Creu (el Pont de Vilomara i Rocafort), la 1ª tomada en febrero del 1986, pocos meses después del incendio, y la 2ª en abril del 2000.

Estudiando la sucesión de comunidades vegetales que tiene lugar a lo largo del tiempo en campos de cultivo abandonados y otros espacios alterados, y teniendo en cuenta las características de la vegetación que cubre las escasas áreas que han sido históricamente poco alteradas (zonas rocosas de fuerte pendiente, por ejemplo), se puede tener una cierta idea de cómo sería la vegetación potencial de una zona determinada y cómo era su vegetación primitiva.

Tradicionalmente hemos dicho que en el Bages, sin la intervención humana, en las vertientes encaradas al sur (solanas) dominaría la encina (Quercus ilex, un árbol de hoja persistente); en las vertientes de exposición intermedia (que no miran ni al norte ni al sur) y en las zonas llanas encontraríamos un bosque mixto de encinas y robles en las zonas rocosas dominarían las encinas y en las zonas con un suelo profundo dominarían los robles–; en las vertientes encaradas al norte, los robles (árboles caducifolios del género Quercus) dominarían claramente y, a ambos lados de ríos y rieras, creciendo sobre los fértiles aluviones de nivel freático poco profundo, encontraríamos un bosque de ribera caducifolio en el que dominarían los álamos, los sauces blancos, los chopos, los fresnos de hoja pequeña y los olmos. También hemos dicho que la mayor parte del territorio de la comarca de Bages estaría cubierto por los árboles citados, pero probablemente encontraríamos claros de coscojar en los roquedales de las solanas y en los suelos inundados de las orillas de los ríos dominaría el carrizal. En el Moianès, con un clima más húmedo, seguramente los robles dominarían sobre las encinas.

Ahora pensamos que, sin la acción humana, el paisaje vegetal natural del Bages seguramente sería mucho menos boscoso de lo que habíamos dicho tradicionalmente y tendría extensiones considerables de prados y matorrales más o menos arbolados. Consideramos que sería así gracias a la acción de los incendios forestales naturales y, especialmente, por la acción de los grandes herbívoros salvajes (elefantes, rinocerontes, caballos salvajes, uros, ciervos…), la mayor parte de los cuales desaparecieron de Europa por la actividad humana (cacería y destrucción de sus hábitats).

Actualmente el pino carrasco (Pinus halepensis) es el árbol dominante en la mayor parte del territorio boscoso de la comarca de Bages, aunque se cree que sería mucho menos frecuente en los bosques que corresponderían a su vegetación potencial, en la que probablemente sólo dominaría en las zonas erosionadas con suelos muy pobres. El pino carrasco es ahora tan abundante en la comarca porque está bien adaptado a su clima, porque tiene una alta capacidad de dispersión y porque prospera en suelos pobres en nutrientes. Estas tres características le convierten en un colonizador eficaz de las grandes extensiones de antiguos terrenos agrícolas existentes en el Bages que dejaron de cultivarse básicamente a lo largo del siglo XX. Además, los pinos han sido tradicionalmente favorecidos por los humanos que los han directamente plantado o han desbrozado terrenos cortando todo aquello que crecía bajo los pinos.

En la comarca de Bages hay extensos pinares de pino carrasco y de pino negral (Pinus nigra subsp. salzmannii), y pequeñas áreas donde domina el pino piñonero (Pinus pinea) o el pino albar (Pinus sylvestris). Los dos hechos clave siguientes demuestran que la mayor parte de los pinares de la comarca de Bages son comunidades vegetales transitorias que, si no son alteradas, tienden a desaparecer y a convertirse en bosques dominados por los robles y/o por las encinas:

1) Bajo el dosel arbóreo de los bosques espesos de pinos viejos no crecen pinos jóvenes, pero en cambio crecen robles y encinas jóvenes.

2) Bajo el dosel arbóreo de los bosques densos de encinas y/o de robles es muy difícil encontrar un pino joven. Los pocos existentes se encuentran casi siempre en puntos poco sombreados.

En la continua lucha por la luz que tiene lugar en los bosques, a la larga los pinos siempre suelen ser desbancados por encinas y robles, los cuales forman bosques que se convierten en permanentes si no son sometidos a alteraciones profundas (roturaciones, incendios muy frecuentes…) y el clima no cambia demasiado.

En la comarca de Bages, el área cubierta por vegetación espontánea probablemente alcanzó su mínimo histórico durante la última década del siglo XIX, justo cuando llegó la plaga de la filoxera (1892), que asoló los viñedos. Hay testimonios fotográficos que apoyan esta idea. En esa época, el cultivo de la viña había alcanzado su máxima expansión debido a la gran demanda de vino que existía en el mercado internacional, a consecuencia de la bajada brusca de la producción en las zonas donde ya había llegado la plaga.

La mayor parte de la vegetación espontánea actual de la comarca tiene su origen en la propagación de las plantas que, en tiempos de la filoxera, poblaban los escasos espacios (“islas”) no cultivados (principalmente zonas rocosas, muchas de ellas con fuerte pendiente). Estas plantas fueron extendiéndose por los campos de cultivo abandonados principalmente a lo largo del siglo XX.

Algo más de 120 años, en la escalera temporal de un bosque, es poco tiempo. Por este motivo, no es de extrañar que dentro de las “islas” mencionadas se encuentren plantas que todavía no son muy frecuentes en el resto del territorio actualmente no cultivado, como por ejemplo el arce de Montpeller (Acer monspessulanum).

El proceso de reforestación reciente se ha producido principalmente de forma espontánea, pero puntualmente ha sido fruto de intervenciones humanas como, por ejemplo, la plantación de pinos piñoneros y pinos blancos en el bosque del Balcells (Manresa, cerca de Collbaix) llevada a cabo durante el último cuarto del siglo XIX, o la de pinos blancos en la colina del Xato (Manresa, cerca del barrio de El Xup) en los años 1960. Es probable que estos dos bosquetes artificiales y otros semejantes hayan tenido una cierta importancia como núcleos emisores de semillas.

Robles (de color marrón rojizo en invierno) y encinas creciendo a la sombra de pinos carrascos en el bosque de la Sala (Sallent). La situación inversa nunca se da. Si no se producen perturbaciones, tarde o temprano robles y encinas dominarán el bosque.

LAS PERTURBACIONES

La sucesión de la vegetación actual hacia la vegetación potencial a menudo se interrumpe o retrocede debido a perturbaciones diversas, ya sean esporádicas o constantes, por motivos naturales o por acciones del hombre.

Los incendios forestales (tratados en un capítulo particular) han sido durante los últimos decenios la perturbación de mayor alcance en los bosques del Bages, aunque no la única. En extensas áreas, el proceso de sucesión se ha visto afectado por los incendios forestales en las últimas décadas (principalmente a partir de 1980). Contra lo que podría pensarse, el fuego no siempre tiene un efecto regresivo sobre el proceso de sucesión. Aunque lo más frecuente es que inmediatamente después del fuego se produzca una autosucesión (la recuperación de una vegetación similar a la existía antes del fuego, aunque de porte menor), es un hecho evidente que en lugares donde debajo de los pinos había una población densa de árboles planifolios (robles, encinas, arces…), éstos suelen convertirse en dominantes después de sufrir el fuego. Esto es así porque todos los árboles planifolios del Bages tienen capacidad para retoñar de cepa o raíz después de ser cortados o quemados, mientras que los pinos de la comarca no la tienen. En las umbrías manresanas de La Agneta (la del pozo de hielo) y de las Arnaules (carretera del Puente de Vilomara) tenemos ejemplos de dicha sustitución aparente, posterior al incendio, de los pinos por árboles planifolios. Los pinos, después de morir quemados, sólo pueden regenerarse por semilla. La regeneración a partir de semillas tras un incendio forestal es habitual en el pino carrasco porque suele tener y liberar piñones viables cuando se quema, en cambio no lo es demasiado en el caso del pino negral porque no tiene semillas viables cuando suelen producirse los incendios forestales.

De todos es conocida la proverbial variabilidad de nuestro clima mediterráneo, especialmente con respecto a las lluvias. Las situaciones meteorológicas extremas, precisamente por no ser norma del clima mediterráneo benigno, cuando se producen suelen ocasionar daños considerables a la vegetación.

La ola de frío de enero de 1985 influyó, aunque mínimamente, en el proceso de sucesión al matar algunos pinos carrascos, en especial en las hondonadas. En el caso de esta especie, su efecto fue similar al de una tala selectiva. En el caso de varias especies termófilas con capacidad para retoñar (olivos, madroños, lentiscos…), el frío mató su parte aérea, pero no la subterránea.

La sequía de 1994 (en el periodo comprendido entre marzo y agosto llovió en Manresa alrededor de la tercera parte de lo que es habitual), aparte de estar directamente relacionada con los grandes incendios, produjo cambios en la vegetación de las áreas con poco grosor de suelo de Montserrat y de Sant Llorenç del Munt i l’Obac. Muchas encinas perdieron parte de la copa, otras incluso murieron. El resultado favoreció competitivamente al agracejo (Phillyrea latifolia), un arbolillo a menudo arbustivo, mejor adaptado a la sequía que la encina. Durante el verano del 2003, una ola de calor extrema afectó de manera similar, aunque con menor intensidad, la vegetación de las áreas rocosas de Sant Llorenç del Munt y propició el incendio de Sant Llorenç Savall y de Monistrol de Calders. Aunque el período de sequía con impacto más intenso y extenso en el conjunto de la vegetación de la comarca de Bages ha sido, por ahora, el del año 2005. Durante el año meteorológico 2004-05, la precipitación llegó sólo a un tercio de la media. Las áreas de encinar afectado por la sequía en Montserrat se extienden, en el año 2005, también por la vertiente umbría. Con la llegada de las anheladas lluvias de otoño, algunas plantas florecieron a destiempo.

Dos imágenes del bosque de Les Marcetes, en Manresa, tras el vendaval del 17.08.03: en la 1ª, la encina centenaria situada delante de la casa de campo que con sus dos metros de perímetro de tronco era la mayor de la zona, arrancada de cuajo por el vendaval; en la 2ª, varios pinos carrascos destrozados.

Vendavales como el del 10 de octubre de 1987, con una punta de velocidad máxima de 137 km/h en Manresa, y el del 24 de enero de 2009 que afectó toda catalunña, o tormentas como la del 17 de agosto del 2003, con un golpe de viento huracanado registrado en la estación meteorológica de la Culla (Manresa) superior a 170 km/h -el valor máximo de escala del anemómetro-, pueden ocasionar caídas masivas de grandes árboles y, por lo tanto, la creación de claros dónde tendrán lugar procesos de sucesión a pequeña escala. El efecto destructivo del viento queda reforzado si antes la lluvia ha reblandecido el suelo.

Las nevadas, especialmente las de copos grandes y pegajosos como la del año 1986, también pueden producir la rotura de ramas y troncos, especialmente en árboles mediterráneos, poco adaptados a la nieve, como el pino carrasco, el pino piñonero y la encina.

Los materiales arcillosos que predominan en la mayor parte del Bages son susceptibles de fluidificación y dar lugar a desprendimentos cuando, tras largos períodos lluviosos, quedan empapados de agua. Un importante episodio de desprendimentos se produjo después del periodo lluvioso entre finales de septiembre de 1996 y finales de enero de 1997. En las zonas afectadas por desprendimentos se establece un proceso de sucesión similar al de los campos abandonados.

Por otra parte, diferentes impactos ambientales derivados de la acción humana interfieren de manera insidiosa en la sucesión. Por su incidencia especialmente negativa al afectar el suelo además de la vegetación, hay que tener en cuenta el pastoreo excesivo y la circulación de vehículos a motor. El pastoreo retarda o para el proceso de sucesión. Practicado en exceso, puede acarrear una sucesión de degradación y, puntualmente, la desertización por pérdida de suelo. En las cañadas de paso del ganado, igual como en las zonas de paso de motos de trial, este proceso es acusado.

LA VEGETACIÓN CLÍMAX DEL BAGES

Según la Flora dels Països Catalans, una obra de Oriol de Bolòs y Josep Vigo, la vegetación potencial que ocuparía la mayor parte del territorio de la comarca de Bages sería el bosque de encinas carrascas (carrascal, un tipo de encinar) con espino cerval de hoja pequeña (Quercetum rotundifoliae subasociación rhamnetosum infectoriae). Ésta sería también, según la obra mencionada, la comunidad vegetal clímax en la mayor parte del Bages (en el extremo sur lo sería el encinar litoral). Esto significa que el carrascal cubriría la mayor parte del Bages en unas condiciones hipotéticas en las que no hubiera intervención humana ni variaciones microclimáticas causadas por el relieve y las diferencias de altitud (territorio plano), y el territorio estuviera cubierto por una alfombra homogénea de suelo profundo y bien constituido. La parte del Bages en la que la comunidad vegetal clímax sería el carrascal según la Flora dels Països Catalans pertenece, según la misma obra, al dominio climático (o bioclimático) mediterráneo subhúmedo de tendencia continental. A pesar de lo expuesto, observaciones de campo propias realizadas a lo largo de décadas nos dan motivos para pensar que, en las condiciones hipotéticas citadas, en el territorio del Bages incluido en el mapa de dominios climácicos de la Flora dels Països Catalans dentro del dominio climácico del carrascal, los robles serían, como mínimo, tan abundantes como las encinas en la vegetación potencial. También opinamos que lo expuesto es igualmente aplicable a la pequeña porción meridional del Bages que pertenece al dominio climácico del encinar litoral, según dicho mapa.

En la flora de una zona concreta tienen tanta importancia los factores ambientales físicos y químicos como la dificultad de llegada de semillas de las distintas especies potencialmente aptas para el lugar. El hecho de que unas determinadas semillas hayan o no llegado está directamente relacionado con la abundancia en una área más extensa de individuos progenitores, lo que, a su vez, está inversamente relacionado con el impacto negativo de la actividad humana sobre estas especies. Como ejemplo podemos tomar el caso de las umbrías del valle del río Calders, en donde abundan el arce menor, el pino negral y el pino albar, pero que no llegan a tener la diversidad arbórea de las umbrías ambientalmente similares del Turó de les Tres Creus y del Cogulló de Cal Torre, en el municipio cercano de Rajadell, en las que además se encuentran el acebo, el acirón, el mostajo y el sorbo silvestre. La explicación más probable es que, en alguna época anterior, la actividad humana causó en el término municipal de Calders la extinción de todas o de algunas de las especies de árboles que se encuentran en Rajadell pero no en Calders.

[Florenci Vallès con la colaboración de Jordi Badia y Oriol Oms]