El robledal

Robledo en Les Tàpies (Calders), con robles grandes y viejos y el interior del bosque claro.

Los robledales o robledos son bosques caducifolios, dominados normalmente en el Bages por el roble pubescente (Quercus pubescens, también denominado Q. humilis) y el roble cerrioide (Quercus x cerrioides o Q. x subpyrenaica). Localmente se encuentran ejemplares de quejigo (Quercus faginea) y de roble albar (Quercus petraea). El roble pubescente, el cerriode y el quejigo son típicamente submediterráneos, en cambio el roble albar es característico de las zonas atlántica y centroeuropea. Los robles, es decir las numerosas especies cercanas de árboles de hoja caduca del género Quercus, dominan en una parte importante de los bosques del reino florístico holártico (América del Norte, Europa y Asia septentrional)

La primavera viste de un verde delicado el robledal de roble albar de Les Teixoneres, en el macizo de Sant Llorenç del Munt. Se aprecia el margen profundamente lobulado de las hojas del vástago de roble albar en primer término y la nueva cúpula de hojas recién nacidas que matizan la luz en el interior del bosque.

Los robles se hibridan entre ellos, por tanto no son raras las formas intermedias. El roble pubescente es característico de comarcas más lluviosas (Osona, Ripollès…), aunque es frecuente también en el Bages, en especial en la subcomarca del Moianès. Sus hojas presentan el margen lobulado y el reverso peloso. En cambio, el quejigo es típico de zonas de clima más continental (Meseta Castellana, sistema Ibérico…) y difícil de encontrar en el Bages en forma «pura». Sus hojas son más pequeñas que las del roble pubescente y se diferencian además por el margen algo punzante y por los pelos del reverso, menores y escasos. A primera vista, estas hojas parecen lampiñas. El roble cerrioide es el híbrido entre el pubescente y el quejigo. La mayoría de los robles del Bages, a excepción del Moianès, presentan características muy variables, intermedias entre las del roble pubescente y el quejigo, por lo que hay que asignarlos a la especie Quercus x cerrioides (= Q. x subpyrenaica). Estos tres robles a menudo conservan hojas secas en invierno, especialmente si se trata de ejemplares jóvenes o de rebrotes; muchos vástagos incluso mantienen hojas verdes durante todo el año. Finalmente nos queda el roble albar, que en Catalunya es propio de las montañas lluviosas. En el Bages se encuentra sólo a las partes altas del Moianès y en los rincones más fértiles y altos del parque natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac.

Asociados a los robledos se encuentran otros árboles: el pino negral (Pinus nigra ssp. salzmanii), el pino albar (Pinus sylvestris), el enebro (Juniperus communis), el arce de Montpellier (Acer monspessulanum), el acirón (Acer opalus), el arce menor (Acer campestre), el serbal (Sorbus domestica), el sorbo silvestre (Sorbus torminalis), el mostajo (Sorbus aria) y el acebo (Ilex aquifolium). Son frecuentes también en el robledal arbustos, la mayoría de ellos de hoja caduca, como el majuelo (Crataegus monogyna) que puede llegar al tamaño de un arbolillo, la coronilla (Coronilla emerus), la hiniesta o escobón (Cytisophyllum sessilifolium), el cornejo (Cornus sanguinea), el guillomo (Amelanchier ovalis), el espino cerval de hoja pequeña (Rhamnus saxatilis), el endrino (Prunus spinosa), la lantana (Viburnum lantana), el aligustre (Ligustrum vulgare), el cerecillo (Lonicera xylosteum) y el avellano (Corylus avellana); más algunos de hoja persistente com el boj (Buxus sempervirens) y la lauréola, torvisco macho o adelfilla (Daphne laureola). También existen hierbas características de nuestros robledos, entre las cuales se encuentran la hepática (Anemone hepatica), el eléboro fétido (Helleborus foetidus), la aguileña (Aquilegia vulgaris), las violetas (Viola alba, Viola sylvestris y Viola willkommii), la polígala (Polygala calcarea), la lechetrezna o tártago de bosque (Euphorbia amygdaloides), la fresa silvestre (Fragaria vesca) y la primavera o prímula (Primula veris). No son raros tampoco en el robledal la hiedra (Hedera helix), la encina (Quercus ilex) y arbustos tales como el durillo (Viburnum tinus), el rusco (Ruscus aculeatus) y el aladierno (Rhamnus alaternus), plantas todas ellas asociadas al encinar.

El roble es uno de los árboles de la comarca que puede alcanzar mayor tamaño. El roble de tronco más grueso en el Bages es el roble de Voladeres (Moià), que aparece en la foto.

En el Bages no existen robledales extensos, pero sí muchísimos robles. La mayor capacidad colonizadora de los pinos en ocupar con rapidez los antiguos cultivos abandonados, la secular explotación del bosque y la práctica forestal favorable a los pinos y contraria a los robles son las causas principales de ello. Quedan aún algunos reductos de robledos notables, como el de La Malesa (Sallent), el de robles centenarios de Les Tàpies (Calders), o los de las umbrías de la zona del Cogulló de cal Torra (Rajadell), de la Font de l’Arrel (Manresa) o de Otzet (Castellgalí y Sant Salvador de Guardiola) y el de roble albar de Les Teixoneres (Mura). En el Moianès, en especial en el llano de Moià, en Collsuspina (fuera ya del Bages) y en L’Estany, el robledal cubre extensiones notables y está en proceso de expansión. También en la extensa área afectada por los incendios forestales del 1994 y 1998 desde la sierra de Castelltallat hasta los límites con las comarcas del Solsonès y del Berguedà, los robles, que antes del fuego malvivían bajo los pinos, rebrotan para, en unas décadas y si el fuego no interrumpe de nuevo la sucesión, disputar el dominio que había mantenido el pinar. En muchos lugares quemados durante la década de los ochenta, como por ejemplo en Cornet (Sallent) y en la vertiente umbría de Les Generes (Talamanca) la aparentemente rápida sustitución del pinar por el robledal es ya un hecho consumado.

Los arces en el Bages, en especial el arce de Montpellier (Acer monspessulanum) aunque también el arce menor (Acer campestre), son árboles que no suelen formar bosques, sinó que se encuentran aquí y allá entre las masas forestales dominadas por otros árboles caducifolios. La hoja del arce de Montpellier está recortada en tres lóbulos, mientras que la del arce menor lo está en cinco. Los arces puntillean de colores vivos el paisaje de otoño en el Bages. Los colores intensos rojo, naranja o amarillo que adquieren los arces en otoño tiñen los bosques dónde abundan de una gran belleza durante esta época del año. Sólo excepcionalmente los arces constituyen bosques. Un bosque de arces notable y extenso es el del Suanya (Manresa). Manchas de arces se encuentran en distintos lugares más o menos umbríos, como las vertientes norte de Otzet (Castellgalí y Sant Salvador de Guardiola), del valle de Marganell (Castellbell i el Vilar), de Collbaix (Fonollosa) y del valle de Mura (El Pont de Vilomara i Rocafort), y en varios puntos del valle de Rajadell. En la ribera derecha del arroyo de la Gavarresa (Avinyó) y cerca de la presa de la acequia de Manresa (Balsareny) existen bosquecillos dónde las dos especies de arces conviven con el acirón (Acer opalus).

Ver el artículo Un roure, en catalán, de Jordi Badia.

  • [Jordi Badia y Florenci Vallès con la colaboración de Xavier Adot y Ramon Solà]